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Andrés Romero descubre a chinos el rito de vestirse de torero

Le miraban asombrados como quien mira a un héroe. Respetuosos y muy observadores, nada les pasaba desapercibido. Desde cada paso del rito de vestirse un hombre de torero hasta la música que le acompaña en ese instante tan intenso como íntimo. Desde cada detalle del vestido de torero hasta las estampas de la capilla. Todo era una pura novedad para ellos y como tal lo vivieron. Era un grupo de empresarios chinos en viaje de trabajo por España a quienes Andrés Romero abrió las puertas de uno de los momentos más personales y desconocidos en la vida de un torero: el de vestirse de héroe.

 

Fue en Aracena. Llegó la propuesta por la mañana y Andrés y su cuadrilla no dudaron en aceptar. Son unos plenos convencidos de que la Tauromaquia, hasta en el último de sus matices, es un tesoro que no puede permanecer por más tiempo recluido en la exclusividad de quienes están dentro de él. Un grupo de empresarios chinos se encontraba en la localidad onubense para asistir por la tarde a la corrida de toros mixta que unía en el cartel al propio Romero con Daniel Luque y Michelito. Se encuentran en España en visita de trabajo y están decididos a empaparse bien de la cultura española más genuina. Y querían conocer cómo es eso de los toros. Así las cosas, ¿por qué no sorprenderles de verdad?, ¿por qué no proponernos en serio que se llevaran la impresión más real posible de lo que es este arte y de cómo es su gente? Asistir in situ, en persona, en vivo, al momento en que un hombre se viste de torero no está reservado precisamente a todo el mundo. Ellos sí lo hicieron como la mejor manera posible de predisponerles para lo que luego iban a vivir en la plaza de toros.

 

Con la compañía de una traductora que les explicaba en su idioma aquello que iban viendo, estos empresarios chinos compartieron primero con las cuadrilla de Andrés Romero cómo se vestían de luces. Dado que el su traje es diferente al del rejoneador, se les mostró cómo se visten ambos. Y recibieron la explicación histórica del vestido de torear, de dónde procede, del por qué de su forma, de cada una de sus prendas y de cómo se va vistiendo cada una de ellas. Todo, en un silencio tremendamente respetuoso y que denotaba una profunda admiración. Así lo trasladaron sus palabras cuando se les ofreció la posibilidad de preguntar lo que quisieran: "Que hoy tengan toda la suerte del mundo..."

 

Pasaron a continuación a la habitación de Andrés Romero donde asistieron a otro rito parecido, pero diferente. Se les explicó también las diferencias del traje del rejoneador con respecto al de sus subalternos y cómo el mozo de espadas sigue siempre los mismos pasos. De manera ordenada y casi sin necesidad de hablar con el torero. Les llamó la atención la música -flamenco- que oía Andrés y como ésta cuenta como elemento inspirador que ayuda al artista a imbuirse en el estado de ánimo más propicio para la gran experiencia vital que es torear. No pudieron evitar acercarse a la capilla del jinete atraídos por aquel montón de estampas y de medallas perfectamente organizadas fruto de su creencia religiosa, de sus devociones y de los regalos que recibe de sus seguidores. Y así, momento a momento, fueron captando la especial sensibilidad que envuelve a todo lo que tiene que ver con un torero. Y le entendieron mucho mejor que de haberle visto sólo en la plaza porque, aprovechando la ocasión, se les transmitió también de forma detallada y argumentada el por qué del toreo y de la lidia y cómo es la relación del torero con el toro.

 

 

 

Luego se fueron al tendido como unos aficionados más. Llegaron una hora antes a la plaza y se marcharon de ella al mismo tiempo que Andrés Romero y Daniel Luque a hombros, aplaudieron, se sorprendieron y se quedaron de piedra cuando el propio rejoneador les lanzó la oreja que le cortó a su segundo. En definitiva, vivieron una tarde de toros que no olvidarán nunca. Ahora les gustará o no, volverán o no a una plaza, pero, al menos por esta vez, han tenido la ocasión de sentirse muy cerca de lo que de verdad es la Tauromaquia, ese tesoro que pide a gritos ver la luz del mundo para que el mundo se enamore para siempre de ella.

 

 

Fotos: @destinorural y NuevoTercio Comunicación

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