Le faltó a Andrés Romero la rúbrica del acero para rematar un nuevo triunfo en Sanlúcar la Mayor, que mereció por su solvencia frente a las dificultades de su oponente, un toro de Montes de Oca que tendió siempre a cortar el viaje de las cabalgaduras y ponerse por delante. Lo recibió a portagayola con Copito en una primera declaración de intenciones que fue confirmando después, ya en banderillas, con Kabul y Farrugia. Con Kabul, concibió Romero una lidia impecable con la que ahormó la incierta embestida del toro. Con Farrugia, banderilleó al quiebro en un palmo de terreno y con la complejidad, precisamente, de la incertidumbre que guardaba el burel en cada una de sus acometidas. Pero apostó decidido Andrés, ganó esa apuesta y lo jaleó emocionado el público.
Tras clavar las cortas con Mozart, pinchó en primera instancia con Chamán antes de cobrar un rejón entero y un descabello que mereció la petición de la segunda oreja que el palco no concedió.