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Otro rabo en Espartinas

20170908 espartinas018Parece que fuera un argumento plenamente asumido. Como si fuera el guión en el que más a gusto se siente. Eso de dejarlo todo para después y, cuando llega después, que sea ahora o nunca. Así es Andrés Romero. Ha pasado muchas veces ya y sigue pasando. Por ejemplo, hoy en Espartinas. Bien es cierto que encontró muchas más opciones en su segundo toro que en el primero y eso también se notó en el nivel de su actuación. Lo cierto es que lo del jinete escacenero en el tercero de la noche ha sido sencillamente soberbio. Un derroche de ambición y una exhibición de poder, de querer y de saber. Y, otra vez, con lo mejor de su cuadra.

 

Porque Perseo, Kabul, Guajiro, Bambú y Chamán no lo son gratuitamente. Son ellos porque integran la columna vertebral de una cuadra en pleno proceso de renovación, pero que mantiene y necesita a estos caballos que son el pilar desde el que Andrés levanta sus obras más notables. Como la segunda de esta noche en Espartinas. Fue bueno el ejemplar de Juan Pedro Domecq. Se movió y lo hizo franco, lo que aprovechó el torero de Huelva para ir a por todas y, sobre todo, disfrutar de verdad. Desde el recibo con Perseo hasta el rejonazo fulminante con Chamán pasando por un tercio de banderillas de muy alto nivel con Kabul y Guajiro. El primero pone la elegancia y el valor para pisar los terrenos más comprometidos, dominarlos y salir de ellos con clase de la que se paladea. El segundo, para echarse en brazos de los pitones de cada toro y ahí imponer su agilidad al quebrar donde ya rozan, clavar y salir con ajustadas piruetas. Kabul y Guajiro pusieron la noche a cien bajo la dirección de Andrés Romero, con la expresión de la mirada prendida en llamas como quien se juega -quizá sí que sea así- el futuro y todo lo que venga con él. El carrusel de cortas con Bambú tuvo la emoción de la verdad porque se iba el rejoneador detrás de cada banderilla para coronarla en la cima de la precisión. Y para preciso, el broche del rejón de muerte a lomos de Chamán. Tan indiscutibles como inevitables, cayeron los máximos trofeos que abren otra puerta grande y hacen bueno ese guión tan in extremis que tanto gusta a Andrés Romero. Es como si fuera su forma de sentirse vivo, muy vivo. Llegando al límite para bordearlo con la seguridad y la firmeza de quien hace del límite su espacio natural.

 

Cortó una oreja de su primer oponente, un toro muy deslucido de Luis Albarrán, que nunca se prestó a la propuesta del rejoneador onubense. Tuvo que ser el suyo un ejercicio constante de recursos y habiidad ante la complejidad y lo descastado del astado. Lo recibió con Fuente Rey, cuya intervención fue clave para determinar desde esos primeros compases que el mando de la faena sería del torero. En banderillas, empleó Romero a Babieca y Cheke, caballos con los que tuvo que acudir siempre al argumento de la exposición. Porque el toro reclamaba llegar mucho para provocar y clavar, prácticamente ambas cosas en un mismo movimiento. Firmó el carrusel de cortas con Bambú, muy ligado y reunido, antes de matar con Chamán. Supo el público sevillano valorar su disposición otorgándole la primera oreja. Luego vendría el lío de costumbre para sucribir ese argumento tan de Andrés Romero que siempre tiene final feliz.

Ficha del Festejo
Plaza de Toros de ESPARTINAS (Sevilla). Media plaza. Se lidian novillos de LUIS ALBARRÁN, JUAN PEDRO DOMECQ, REHUELGA y EL PARRALEJO
 
ANDRÉS ROMERO: oreja y dos orejas y rabo
Salvador Cortés: dos orejas y dos orejas y rabo
 
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