Hoy era día de muchas cosas. Antes que nada, de la reaparición del torero tras aquella grave lesión de Calanda que le dejó clavado en seco al rompérsele de cuajo los aductores de la pierna derecha. También, del comienzo de una etapa nueva en su trayectoria profesional de la mano de Óscar Polo y Carlos Pereda como mentores. Además, del estreno de otra temporada, como las anteriores, cargada de toda la trascendencia. Era también el día de la vuelta de Guajiro tras la gravísima cornada de Castuera en agosto y el del debut de Kabul, la novedad en la cuadra de 2016 y una bonita ilusión que Andrés Romero lleva varios meses forjando. Por eso hoy era el día de muchas cosas.

Todas ellas se han cumplido con bien por el eje de todas ellas: el buen nivel mostrado por el rejoneador onubense, en la que también ha sido su primera y única prueba frente al público antes de Sevilla. Y las conclusiones, y las sensaciones también, no pueden ser mejores. Porque Andrés ha regresado hoy con esa intensidad, entrega, espectacularidad y capacidad de conectar con el tendido que les son propias. Ha sido un Romero firme y sólido, seguro de cada paso, convencido de por dónde va el camino, decidido a tomarlo y a dominarlo, fresco, capaz, más fuerte por fuera y por dentro, transparente para mostrar en el escaparate de su actitud todo el poso que deja un invierno de mucho pensar y de mucho sentir.

Como si de un ensayo para la Maestranza se tratara, el rejoneador de Escacena del Campo puso hoy en liza lo mejor de su cuadra. Paró al buen novillo de Madroñal con Perseo, al que sostuvo, templó y fijó sobre sus cuartos traseros antes de clavar de frente. No se dio ni un segundo de tregua el jinete en el tercio de banderillas, que abrió con Guajiro, yendo a por todas desde el principio y buscando exprimir la boyante condición del novillo. Y probó Andrés que Guajiro está en su punto: llegó todo lo adelante que cabía y quebró con verdad en el embroque. Dos banderillas con Odiel haciendo suya toda la embestida del burel. Y otras dos con el debutante Kabul, que se lo dejó llegar y se quedó en la suerte templándola. Buenos augurios confirmados por este potro al que Romero lleva poniendo y cuidando desde hace tiempo por la suma confianza que tiene en él. Bambú, en su línea, coroló con espectacularidad la faena en un carrusel de cortas y una rosa. Lástima que el rejón cayera desigual porque fue sólo lo que se llevó por delante un triunfo más grande. Que también contaba en un día como hoy por más que se tratara de un festival. Hoy era el día de muchas cosas resumidas todas ellas en una principal: que volvía Andrés Romero. Y Andrés Romero está...