Sólo podía ser así que Andrés Romero finalizara su temporada española de 2023. Aún le quedan algunos compromisos más en Portugal, pero el rejoneador de Escacena del Campo cierra hoy en Calanda una campaña absolutamente inmaculada con pleno de puertas grandes. Una regularidad en el triunfo que es fruto de esa misma regularidad en el brillante tono artístico de cada una de sus tardes. Las tres orejas cortadas hoy en el coso turolense le validan ese pleno al que siempre se aspira cuando cada temporada se inicia, pero que tan difícil es hacerlo real. Andrés Romero lo ha hecho.

Hoy se ganó de lleno el cariño y la admiración del público de Calanda tras culminar una actuación rotundamente sincera. Tanto como el brindis a Julio Fontecha, uno de sus dos apoderados, hoy también empresario, y a quien Romero se dirigió con palabras de verdadero cariño y no sólo profesional. Fue el el preámbulo de una intensa faena a un toro de Cortés de Moura, que salió algo distraído, pero que se fue metiendo poco a poco en la pelea gracias a la capacidad del jinete onubense para encelarlo llevándolo prendido a sólo milímetros de Obelisco. Luego vino un espectacular tercio de banderillas con Fuente Rey. Primero, de costado, casi barbeando las tablas, y cambiando de mano, pasando entre el astado y la barrera por la rendija escasa que le quedó para ello. Lució inteligente cada suerte antes de hacerla en cuatro banderillas de más a más, de entre las que destacó la última de ellas, al quiebro, de poder a poder, y propiciando un embroque de infarto. Otros dos rehiletes clavó con Farrugia, citando a muy corta distancia y ejecutando la suerte en lo que abarca una losa. Tres cortas con Chamán y un rejón entero y efectivo le pusieron de inmediato las dos orejas en las manos, aunque la petición fue de rabo, pero el presidente no la atendió.

Pinchó Andrés la faena a su segundo, de Rafael Serrano, un toro de mala condición frente al que se la jugó sin cuento. Lo paró con Cisne tras recibirlo a portagayola con el marsellés en la mano, toda una declaración de intenciones. Ya en banderillas, puso en liza a Kabul, experto en lidias difíciles ante toros toscos como éste. Y de nuevo cumplió con la solvencia que le caracteriza por ese valor callado, discreto, pero de gigante, que le permite llegarle tanto a la cara a los toros y ahí, imponerse. Vencido, se fue parando el toro, defecto que Andrés Romero tornó en virtud al clavar al quiebro con Guajiro, en terrenos mínimos, tanto como el espacio en el que resolvió con las piruetas de salida. Cobró tres cortas con Chamán y sólo el fallo con el rejón de muerte le redujo el botín a una oreja.