Andrés Romero se impuso con claridad en el mano a mano con Joao Ribeiro Telles de Navaluenga gracias a las tres orejas que cortó a su lote de toros. Tres apéndices que subrayan lo sólida de su actuación frente a dos toros de David Ribeiro Telles de distinta condición: sirvió mucho más el primero que el segundo. En cambio, fue a éste al que le cortó las dos orejas, sin duda, gracias al cierto con el rejón de muerte, ya que en el primero pinchó inicialmente. Con todo, fue una actuación rotunda y redonda, compacta de principio a fin y corroboradora de su excelente momento de forma.
Fue la primera una faena muy templada ante el buen toro de Ribeiro Telles, con ritmo y nobleza. Ello permitió al onubense torear muy templado desde el recibo con Copito. En banderillas, toreó con entidad y en cercanías con Meridio, ya fuera de costado y metiéndose por dentro como después con el infalible Guajiro, con el que Andrés apuró mucho los embroques para quebrar con verdadera emoción.
Más complicado fue su segundo, sin ritmo ni clase, lo que comprobó desde los primeros compases con Golondrina. Defectos que fue tapando gracias al valor callado de Fuente Rey, un caballo de valor inmenso para Romero por la seguridad que le aporta. Todo lo hizo con él en el tercio de banderillas, tanto al torear de costado como al clavar de frente en batidas muy marcadas y ajustadas. Como lo fueron los quiebros luego con Farrugia a caballo parado. Esta vez sí, mató a la primera con Chamán y se alzó con las dos orejas que remataba su tarde excelente.
En el toreo por colleras con Ribeiro Telles, Andrés Romero lució la clase de Obelisco de salida, su temple natural, su capacidad innata para dejarse llegar mucho los toros. Y en banderillas, con Kabul, desplegó el potencial de este caballo para domeñar las embestidas menos claras y se la jugó con sinceridad cada vez que clavó de frente asumiendo por entera las embestidas del burel. Pincharon y el premio se redujo a una ovación.