Portugal ya conoce a Andrés Romero. De su ambición, de su inconformismo, de su no dejarse ganar la pelea, de su capacidad para conectar con el público, de su fondo técnico, en definitiva, de su capacidad. Se presentaba hoy el onubense en suelo luso y no desaprovechó la ocasión para convencer a quienes ya le venían siguiendo y para responder a la expectativa de quienes le veían por primera vez. Y eso que no lo tuvo fácil por mor del comportamiento del toro de Fernando dos Santos (encaste Domecq) al que tuvo que medirse. Un toro reservón y a la defensiva. Que le esperó y que se expresó bruto ante las cabalgaduras. Brusco y sin clase. Frente a ello, Andrés opuso temple. Ése que es instrumento para domeñar y vencer lo destemplado. Temple en las muñecas para pulsear las embestidas y salvar las tarrascadas y temple en la cabeza para saber leer al toro y a la faena y aplicar en cada momento lo que más convenía.
Recibió al astado con Perseo y lo primero que hubo que salvar fue lo distraído del toro. Desentendido. A su aire, como enterándose. Tres farpas dejó que sirvieron, al menos, para que el ejemplar de Dos Santos se calentara y entrara en acción, aunque no lo como lo hizo. Apretó hacia adentro y cortó el viaje de los caballos poniéndose por delante. En banderillas se la jugó Romero con Kabul porque quiso torear como si su enemigo fuera bueno y se lo dejó llegar en acometidas inciertas que eran como relámpagos que radiografiaban la anatomía por entera del caballo. Citó de frente Andrés y buscó siempre el embroque en la boca de riego luego de cuartear y -dicho queda- dejarse venir toda la violencia del toro, que aún era más bruto en el momento exacto del encuentro. Dejó cuatro banderillas el jinete de Escacena a cual más emocionante por inciertas y consiguió que la gente entendiera el mérito de cada suerte aun cuando fue capaz de tapar a los ojos del gran público muchos de los defectos del burel.
Fue inteligente Andrés al leer lo que pasaba y lo que tenía que seguir pasando y se decidió por poner en liza a Bambú, con el que clavó dos cortas y dos rosas que llegaron mucho al tendido, tanto como el torero -otra vez- se dejó llegar el instinto defensivo de su oponente desafiándolo en cada pasada. Se supo Romero triunfante de cada embroque y lo vendió con entusiasmo al tendido, muy metido ahí en la faena del onubense. Una faena que deja una sólida carta de presentación de Andrés Romero en Portugal. Todo ambición, valor e inteligencia. Capacidad, en definitiva. Portugal ya le conoce y le sigue esperando.