Andrés Romero ha encadenado en Higuera la Real su séptima salida a hombros consecutiva de la temporada. Siete puertas grandes en menos de un mes que dan buena cuenta del momento de forma por el que pasa el onubense en este tramo final pero siempre determinante de la temporada. Siete triunfos sin solución de continuidad que confirman que se ha subido al tren del triunfo y que está decidido a no bajarse de él. La exigencia de un mundo como el toreo obliga a estos números a quien quiere seguir dentro del grupo selecto de los rejoneadores en camino de ser aquello a lo que siempre aspiraron. Pero, con todo, aún por encima de las cifras están las sensaciones de Andrés, obligado en momentos claves de este año a rehacerse y que siempre lo ha hecho, lo que, sin duda, procura un bagaje y una fortaleza que también se traslucen cuando el artista sale al ruedo con sus caballos.

Fue justo esta sensación de solidez la que predominó en Higuera la Real. Una plaza coqueta, realmente bonita y con una afición con unas encendidas ganas de toros. Una afición que llenó los tendidos y que supo valorar con justicia y cariño lo que hicieron los toreros. Por eso le pidió a Romero el segundo trofeo en su primer toro, de Torregrande. Lo pidió con fuerza suficiente como para que el palco se hubiera hecho eco, pero no fue así y quedó en sólo un apéndice el premio a una faena que mereció más. Porque el jinete de Escacena del Campo le imprimió a su actuación esa medida justa que requieren los toros de buen fondo pero al que, como éste primero, le fallan las fuerzas. Fue el de Andrés un ejercicio de precisión. Por eso le hizo tanto bien al de Torregrande la seda en la lidia de recibo con Carbón. Luego, con Conquistador, Cantú y Bambú exprimió cada una de las embestidas del astado en un conjunto marcado por la pureza y la decisión de Andrés Romero que encontró todo aquello que fue a buscar para sacar todo el partido a la buena condición del burel. Un rejón entero fue suficiente para culminar la faena y la petición unánime de la plaza de Higuera hacía presagiar que la puerta grande se abriría de inmediato, pero no fue así… El dueño de las llaves, desde la atalaya del palco, decidió que no…

Pero Andrés está fuerte, dicho queda. Fuerte mentalmente y convencido de cuál es el camino. Y salió en el segundo apretando el acelerador de su ambición para quitarle las llaves al dueño y abrir otra puerta grande. Se encontró con un bueno novillo de Torregrande, que se movió y le dejó lucirse y mostrar lo mejor de su concepto. Tras parar y clavar un único rejón de castigo con Perseo, el de Escacena del Campo firmó lo mejor de su actuación y de toda la tarde con Cheke, que cuajó un tercio de banderillas sencillamente perfecto. Pareciera como si en ausencia de Guajiro, Cheke hubiera tomado el liderazgo de la cuadra en el ruedo. Ya lo hizo en La Palma del Condado y lo repitió en Higuera la Real. Clavó al quiebro con emotividad y con pureza, con verdad y con ajuste, haciendo las suertes reunidas y compactas y, al tiempo, conectando pronto y mucho con el tendido. Como si también quisiera su cuota de protagonismo, Odiel dio otro paso al frente y ofreció una de las mejores versiones de la temporada imprimiéndole a cuanto hizo un empaque especial. Bambú fue Bambú y Chamán no falló. Las dos orejas, ahora sí, concedidas y la vuelta al ruedo al toro ponían las cosas en su sitio al término de una tarde, como las últimas, de constatación y de más pasos al frente. Es la única manera de andar este camino del toreo. Por eso Andrés Romero lleva ya siete salidas a hombros consecutivas…