Cuatro orejas ha cortado hoy Andrés Romero en la localidad sevillana de Montellano para dar continuidad a lo que está siendo un esplendido inicio de temporada. Lo dicen los números -once orejas cortadas en cuatro corridas de toros, tres de ellas en dos plazas de primera categoría como Valencia y Sevilla-, pero, lo que es más importante, lo confirman los hechos. Y deben entenderse éstos por la solidez y el fondo que el onubense viene demostrando desde su primera aparición del año, lo que es consecuencia del intenso trabajo de preparación y de mentalización que ha llevado a cabo durante todo el invierno. Tiene Romero la capacidad cada vez más impregnada de cuajar al bueno y de imponerse al que no lo es o lo es menos. De ambas raciones ha tenido hoy Andrés, a lo que hay que unir el hándicap que ha sido para el festejo el demasiado blando piso de la plaza.

Fue su primero, el único negro de la buena corrida en conjunto de Prieto de la Cal, el más deslucido también de la tarde. Como si de un presagio se tratara, el garbanzo negro. Tuvo nobleza y fijeza -aunque de salida, hasta el rejón de castigo, reconociera por completo los tendidos mucho más que al torero-, pero se agarró demasiado pronto y con demasiada obstinación a la playa que ya entonces era el ruedo -apenas en el segundo acto del espectáculo-. Eso lo marcó y lo dificultó todo. Porque tenía que provocar el rejoneador las embestidas de su enemigo a escasos metros de la cara y, eso, como estaba la plaza, suponía un riesgo grande. Porque el torero siempre tenía que ir, mientras que el toro, siempre aguardaba, como anclado, en su jurisdicción. Después de dejar tres banderillas con Conquistador, sacó Romero a Ben Hur para invadir éste literalmente los dominios del de Prieto de la Cal. Y lo hizo con valor para llegar y para quedarse y con ese temple innato que es fruto de su clase para soportar sin brusquedad alguna la respuesta defensiva del toro. Con este panorama, expuso Andrés para clavar tres cortas con Bambú ligadas en el mismo palmo de terreno del que el burel no se iba. Mató con Chamán de rejón tras un pinchazo y el palco le concedió las dos orejas que el público pidió con fuerza.

Mejor condición, más opciones dio su segundo, jabonero como los dos lotes de sus compañeros de cartel hoy, Fermín Bohórquez y Manuel Moreno. Fue bravo el de Prieto de la Cal. Porque tuvo fijeza, nobleza, prontitud y transmisión. Y, por tanto, fue exigente. No le volvió la cara a ello el rejoneador de Escacena del Campo, que lo paró con Perseo antes de firmar un buen tercio de banderillas a lomos de Cheke, Cantú y Bambú. Se arrancaba pronto el jabonero y pronto reaccionaba Romero para encarar el cite de frente y clavar en el punto más emocionante del embroque. El tercio fue a más, en su ejecución y también en la conexión de Andrés con el tendido. Dejó un rejón entero el jinete antes de cobrar un descabello de nada fácil materialización, ya que el toro no humillaba. Pero lo logró con habilidad y, otra vez, cayeron con rapidez los dos trofeos para coronar el marcador de una tarde que, dicho queda, constata la importancia con que el rejoneador de Huelva está empezando su año.