Se avecinaba una tarde difícil y así fue. Porque la meteorología amenazaba lluvia y la lluvia llegó. Además, también el viento. Circunstancias que llevaron a los toreros y a la autoridad a cuestionarse la idoneidad de que la corrida se diera, pero se dio. Liderados como director de lidia por Andrés Romero, la terna optó por tirar hacia adelante, aunque el mal tiempo condicionó ya la tarde por entero. Sobre todo, desde que la lluvia rompió a partir del cuarto toro, segundo del lote del onubense. Un toro de Luis Albarrán que fue reservón y complicado, que reclamó siempre que se le llegara mucho, lo que, como llovía y como estaba el piso, era como tirar al aire la moneda de la suerte. Tras dos rejones de salida con Golondrina, asumió Romero ese compromiso con Fuente Rey en banderillas y la gente se calentó más de lo que lo había hecho hasta entonces. Es como si se abriera un rayo de luz en medio de lo muy gris del día. Dejó tres palos extraordinarios con Fuente Rey, antes de un carrusel de cortas muy ligado y un rejón definitivo con Chamán tras lo que la gente le pidió las dos orejas. El palco solo concedió la primera de ellas.

Sorprendió, en cambio, la frialdad con que se valoró su primera faena. Sin duda, pesó el ambiente y las dudas que generó el retraso en el comienzo de la corrida. De inicio, cuidó Andrés Romero al toro de Albarrán con Copito con un solo rejón y compuso todo el tercio de banderillas con Kabul, con cuatro rehiletes de ejecución diferente y el ajuste como denominador común. Trató siempre el onubense de conectar con la gente y también tuvo mucha ligazón el carrusel de cortas con Chamán que precedió al rejón, también entero. Pero, dicho queda, no encontró eco en el tendido a su labor.