Javier Jiménez
Borja Jiménez
Un comienzo fulgurante. Así ha sido el arranque de temporada de Andrés Romero en Niebla, su vuelta a un ruedo casi ocho meses después de aquel paseíllo lejano ya en Campo Pequeno. En nada se notó la inactividad. Sin duda, porque no la ha habido. Porque cada día de cada semana de todos estos meses, no dio Romero tregua alguna al desánimo o al desaliento convencido de que todo tenía que volver. Despacio, a su ritmo después de tamaño seísmo que nos ha cruzado en dos la vida, pero todo va volviendo. También el toreo. Y a su práctica activa en una plaza de toros, con el calor del público, regresó Andrés así, firmando un comienzo fulgurante.
Tres orejas cortó en su debut en la Plaza de Toros de Niebla, tan cerca de casa. Tres orejas de un lote de toros de Torrehandilla-Soberbina, de juego desigual. El primero de ellos tuvo la complicación de que hubo siempre que tirar de él por su condición un punto renuente. Lo hizo ya de salida con Máximo, que abrió el camino a la lidia impecable con Caimán y Kabul, dos expertos en terrenos pantanosos, donde se desenvuelven con suma capacidad. Tras el carrusel de cortas, pinchó el jinete onubense en primera instancia con Chamán antes del rejón definitivo, lo que le valió para cortar la primera oreja.
Dos sumó del segundo de su par, que paró con Distinto para dejar un solo rejón de castigo antes de que Andrés firmara con Fuente Rey los mejores pasajes de la tarde en cuanto a su actuación por la pureza con que hizo las suertes. Para el recuerdo queda una banderilla al quiebro a caballo parado -made in Guajiro- de absoluta pulcritud y precisión. Ya con el toro venido a menos, fue el turno del propio Guajiro, con el que Romero dejó una banderilla de alta exposición por lo pegado a tablas que lo planteó, en los terrenos donde poco a poco se iba refugiando ya su oponente. Esta vez sí fue impecable la rúbrica con Chamán, primero con las cortas y luego con el rejón definitivo.
