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20190901 ronda
1 de septiembre de 2019
RONDA
FERIA DE PEDRO ROMERO
CORRIDA DE REJONES 6 TOROS de
BENÍTEZ CUBERO
Rui Fernandes
Diego Ventura
ANDRÉS ROMERO
 
ANDRÉS ROMERO HONRA AL TOREO EN RONDA

Lo de hoy en Ronda no se puede medir sólo desde lo taurino, sino, sobre todo, desde lo humano. Desde aquello que pone al hombre a prueba frente a sí mismo. Porque la tarde de Andrés Romero en Ronda ha trascendido cuanto se puede medir en la actuación de un torero. El vello de punta, el nudo en la garganta, la emoción contenida con que la gente se fue de la Maestranza es la mejor prueba de esa trascendencia. Lo hecho hoy por el jinete onubense es la constatación pura de que el hombre es más fuerte que toda su adversidad. No estaba en condiciones para reaparecer. Probablemente, no lo esté ni para torear ya más en lo que le resta de temporada. Pero lo que cuece en los guisos internos de un torero sólo el torero lo sabe. Por eso sólo él sabe por qué hoy tenía que ser el día. Porque era Ronda, porque estar en Ronda no es sencillo y sí un privilegio, porque no se le puede ir el año, porque no se le puede ir la lucha, porque no hay tiempo que perder, porque el toreo no espera por nadie… La razón cierta sólo Andrés Romero la sabe. Del sufrimiento de ayer cuando no podía de dolor en la clavícula y la pelvis fracturadas. Del sufrimiento incalculable por alguien que no sea él durante todo el día, mientras se vestía, cuando toreaba, en cada trote, en cada galope, en cada banderilla, en cada gesto… Pero hoy era el día porque Andrés así lo había decidido desde el mismo momento en que se levantó del suelo en El Puerto de Santa María. Y ante su decisión, el resto sólo puede admirar. Lo han hecho sus compañeros –grandes, muy grandes- Diego Ventura y Rui Fernandes, que le han brindado un toro cada uno, pero, sobre todo, que le han arropado durante toda la tarde. Lo ha hecho la gente de Ronda y que estaba en Ronda, que ha asistido a su esfuerzo desde el respeto y la consideración. Lo ha hecho el conjunto de una tarde que Andrés Romero ya no olvidará jamás en la misma medida en la que él quería que Ronda no la olvide nunca. Porque quiere volver. Una y mil veces. Porque Ronda es de las plazas por las que merece la pena ser torero.

 

Su actuación toda también hay que juzgarla y describirla desde la necesidad de tener que darlo todo aun cuando apenas podía dar un paso. Porque el primer toro pidió que el rejoneador fuera a buscarlo una y otra vez. Y que una vez allí, le hiciera las cosas con el pulso preciso para mejorar sus prestaciones. Como hizo con Montes, en el saludo. Y como hizo en un vibrante tercio de banderillas de embroques de los que saltaban chispas con Fuente Rey y Guajiro. Por la forma de ir a esos encuentros y de apurar tanto las batidas. Por los quiebros tan al límite. Por las piruetas tan al hilo de los pitones. Por tanta entrega olvidando por completo que el hombre estaba herido. En ese punto, mandaba el torero que estaba en Ronda. Tampoco se midió el onubense en las cortas y al clavar el rejón con Chamán. La oreja concedida fue de las que pesan. La paseó a caballo porque a pie era imposible, no se sostenía.

 

Pero la dosis fuerte estaba por venir y vino en el sexto, con la Puerta Grande de Ronda ya abierta para Rui y para Diego. No irse con ellos habría sabido a derrota en el fuero interno del torero que no permite la debilidad del hombre. Así que el hombre se rearmó otra vez para prestar sus alas al torero y éste se echó a valor en una faena de bella emoción que brindó a Rosa, su madre. Se atrevió Andrés a debutar a Máximo de salida en la Maestranza de Ordóñez y éste se aplicó con el temple del que don Antonio fue el dueño. Y se reencontró con Caimán –el caballo de la caída de El Puerto- en el hábitat natural de ambos que es el ruedo. El ruedo de Ronda. Y ambos se devolvieron lo que se debían: la confianza, la seguridad, la complicidad. Todo fue muy de verdad. Como con Guajiro otra vez, con el que cada quiebro tan en la cara fue una moneda lanzada al aire para ganarla saliera lo que saliera. Como si sintiera lo que su torero necesitaba justo en ese instante –igual sí lo sentía-, Guajiro sacó lo mejor de sí mismo y fue el mejor Guajiro que sabe ser: el que llega hasta el final para darse en cada embroque como si no hubiera mañana. El termómetro de la emotividad crecía a cada compás. Las cortas con Chamán y otro rejón fulminante sacando las fuerzas de las mismas entrañas. Echó pie a tierra Andrés Romero para pasear sus orejas y casi no mantenía ni el equilibrio. El brazo izquierdo recogido sobre el pecho porque la clavícula ya no le daba para más. El dolor asomado hasta en la tez de su cara. El gesto desencajado de quien debía estar rabiando por dentro. Pero todo en segundo lugar frente a la satisfacción de las orejas en la mano, la Puerta Grande abierta y el reconocimiento sincero de Ronda. Justo lo que ha alimentado su ansia por estar desde el mismo momento en que se levantó del suelo de El Puerto. Que ser torero es otra cosa. Ser torero es lo que hoy ha hecho Andrés Romero honrando su profesión.

Ficha del Festejo
Plaza de Toros de RONDA. Dos tercios de entrada. Se lidian toros de BENÍTEZ CUBERO
 
Rui Fernandes: ovación y dos orejas
Diego Ventura: oreja y dos orejas
ANDRÉS ROMERO: oreja y dos orejas
 
 
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Fotos ARJONA
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