Andrés Romero está preparado para el importante compromiso del domingo en Madrid, otra vez, una de esas cartas a las que tiene que jugar cuando no te dan todas las cartas que has ganado para seguir jugando la partida del futuro inmediato. El onubense demostró en Valencia de Alcántara que está listo, solventando la prueba con alta nota, ya desde el punto de vista de los resultados (cinco orejas cortó en total a los tres toros a los que se midió, el tercero de ellos, en colleras con Moura Caetano), ya desde el nivel de su actuación, marcada por esos valores tan suyos y tan sólidos como la conexión con el público y la variedad de recursos de su concepto gracias también a una cuadra de caballos que se parece cada vez más a la personalidad del rejoneador.

Se midió en primer lugar a un ejemplar de Prieto de la Cal, que se movió mucho y que apretó de salida, lo que obligó a Romero a andar más presto y ganarle siempre la acción. Con todo, lo cuidó clavando un solo rejón y explotó con inteligencia y sincera exposición ese motor del animal en banderillas, primero, con Caimán, con el que lo condujo muy cosido de costado por dentro y cambiándole de costado metiéndose muy ajustado en la cercanía de tablas, lo que pronto puso a la gente de su parte. Esa emotividad de cada trance se trasladó a la actuación con Guajiro, al quebrar muy en la cara y salir de las suertes con piruetas también de enorme aprieto. Tras los forcados, ejecutó el carrusel de cortas con Chamán y cobró un pinchazo previo al rejón final, lo que, posiblemente, le privó de la segunda oreja que el tendido le pidió.

Sí alcanzó el doble premio en su segundo, de Paulo Caetano, un toro que arreó también de inicio y que, como el anterior, reclamó de Andrés Romero la máxima disposición y frescura de ideas. Las tuvo, de inicio, con Hidalgo, y ya luego con Fuente Rey, a día de hoy, la sensación de su temporada. Un caballo que empleó el año pasado en el primer tercio y que ha pasado a banderillas, lo que multiplica los recursos a su alcance. Es el heredero de Guajiro por sus formas tan espectaculares y elegantes y también por el valor enclasado con que encara los pasajes más comprometidos. Por ejemplo, cuando clava al quiebro en batidas muy marcadas. Con la gente ya metida en su zurrón, puso en liza a Jerjes, que aportó el complemento de la espectacularidad total por las levadas con que se va derecho a la cara de los toros para provocar los embroques. Anduvo fulminante con el rejón de muerte y se le pidió el rabo con insistencia.

El jinete onubense remató su actuación en el toro de Prieto de la Cal que compartió con Moura Caetano y que paró con Montes. En banderillas utilizó a Kabul y otra vez Jerjes, firmando una faena de alto nivel de compenetración con el rejoneador portugués. De nuevo certero en el último tercio con Chamán, se hicieron con las dos orejas que remataban una tarde de mucha solidez. Y lo mejor, a las puertas de Madrid.