Era la última tarde de la temporada y terminó antes de lo que debía. Por eso su historia se resume tan pronto como poco duró. La rotura del adductor mayor y menor que le produjo su primer toro nada más empezar la faena, marcó ésta definitivamente y le impidió torear al segundo. Todo sobrevino en el tercio de salida, cuando Andrés Romero montaba a Carbón y se disponía a parar al ejemplar de Jódar y Ruchena. Éste se le arrancó por sorpresa y cruzado, muy por delante, lo que le obligó a reaccionar de la única manera posible para, al menos, evitar ser derribado. En ese gesto, el toro soltó un derrote y alcanzó a golpearle brusco a la altura de la cintura, momento en que se produjo la lesión. Los gestos de dolor del torero era evidentes y elocuentes. Tras el revuelo inicial que el percance generó, siguió toreando el onubense, pero tan mermado físicamente como que apenas tenía sensibilidad en la pierna derecha.
A partir de ahí, todo fue ya un sobreesfuerzo, un ejercicio de superación del dolor -Andrés Romero tenía síntomas claros de estar mareado-, un gesto de honestidad y entrega por llegar hasta el final e imponerse a la contrariedad. Lo consiguió como pudo el jinete de Escacena del Campo a base de mucho sufrimiento, haciendo de cada suerte, de cada encuentro con el toro, un verdadero a cara o cruz cargado de una tensión palpable, la que emanaba de ver a un torero muy mermado ante un toro bravo. Sólo haber tenido que echar pie a tierra para descabellar redujo su premio a un apéndice. La recogerlo, Calanda tributó una sincera ovación que tuvo mucho de reconocimiento y de admiración porque a nadie pasó desapercibido el esfuerzo tremendo que había hecho para, al menos, culminar esa primera faena de su tarde y última de 2015.
Tras ella, Andrés pasó a la enfermería decidido, a pesar de todo, a salir después para culminar su actuación, pero los médicos se lo impidieron una vez que se comprobó que sufría, inicialmente, la rotura del adductor de la pierna derecha. Las pruebas médicas de los días posteriores confirmaron que también el adductor menor estaba seriamente afectado. Terminaba así la temporada. Un año duro que tiene su mayor valor en la continua superación por parte de Andrés Romero de los continuos obstáculos con que el toreo le ha puesto a prueba. Era año de crecer. Cuánto lo ha hecho, sólo el tiempo lo dirá. Que lo ha hecho, lo prueba el tono triunfal y a más en que Andrés Romero ha completado este tramo de su camino.