Triunfar y triunfar a golpe cantado. Andrés Romero ya sabe que ése y sólo ése es el camino, el ariete con el que se derriban todas las puertas. Triunfar y triunfar a golpe cantado es lo que lleva haciendo el torero de Escacena del Campo durante el último mes. Diez puertas grandes le avalan, diez salidas a hombros consecutivas. Veinticinco orejas y cinco rabos obtenidos. Números que no tienen contestación. Y todo ello, en el contexto de un año en el que van ya trece puertas grandes en diecinueve tardes. Si la primera obligación de un torero joven aún en camino de lograr sus objetivos es triunfar y divertir al público que va a verle a las plazas, Romero lo está haciendo.
Si no, que le pregunten a los aficionados de Alcalá la Real, que han visto hoy a un rejoneador decidido a ser protagonista de la tarde, hambriento de éxitos, con las ilusiones encendidas como siempre. Le tocó un toro de Gregorio Garzón noble pero apático, que no molestó nunca pero que tampoco colaboró de verdad. Lo recibió el onubense con Perseo, que midió con su pulso de dulce la condición del astado. Viendo Andrés que podía no durarle mucho, puso en liza pronto todo su arsenal. Cheke levantó la faena justo en ese punto de inflexión en que se jugaba la suerte final de ésta. Clavó al quiebro de forma espectacular apurando el encuentro hasta la frontera misma donde ya sólo quedaba ejecutar la suerte. Con Odiel, Andrés terminó por convencer a los aficionados jiennenses por su manera tan elegante y enclasada de batir como prolongación al cite con su espectacular tierra a tierra. Logró el jinete escacenero dar continuidad a su faena y al nivel de intensidad ya alcanzado al clavar las cortas con Bambú y como lo finiquitó todo de un certero rejonazo con Chamán, se hizo con el premio de las dos orejas. Un premio que le sirve para seguir adelante en el camino propuesto de triunfar cada tarde a golpe cantado.