Talavera la Real se suma también a la nómina de plazas en las que Andrés Romero viene firmando un triunfal y rotundo tramo final de la temporada. Esta vez han sido tres orejas a un lote de toros muy deslucido de Bernardino Píriz y de Roberto Domínguez, que, aun siendo de casas diferentes, más parecieron hermanos gemelos por lo nulo de su juego. Sobre todo, por cómo se agarraron al piso y lo poco que se movieron dificultando mucho todos los intentos de lucimiento del rejoneador de Escacena del Campo. Fue tarde la de hoy de tirar de oficio y de recursos para, por encima de todo, agradar al público y seguir triunfando. Que de tardes así también se aprende porque curten...
Al primero, de Píriz y que en nada se pareció a los lidiados por Andrés hace apenas unos días en Fuente del Maestre, lo recibió con Bavieca, con el que ya pudo comprobar el onubense la escasa colaboración que le iba a brindar el astado. Optó por poner toda la carne en el asador desde el principio y abrió el tercio de banderillas con Conquistador, que le puso nervio e intensidad a su actuación. Cantú buscó enganchar al público y Bambú le puso al trasteo esa ligazón y continuidad con las cortas que el toro se empeñó en robarle. Mató con Chamán y cortó el jinete onubense su primer trofeo de la tarde, con el que el público pacense le reconoció su disposición.
Las dos obtuvo del sexto a base de raza y de entrega, de inconformismo. Sus compañeros se habían asegurado ya la salida a hombros y Romero también buscó la suya, la novena consecutiva. Y la consiguió, dicho queda, porque salió a por ella entre ceja y ceja y apretando desde el primer compás el acelerador de la ambición para montarse encima literalmente del soso astado de Roberto Domínguez. Lo recibió con Perseo, demasiada seda para tan poco celo. Con Cheke quebró y clavó en el único resquicio posible, el que quedaba en cada embroque entre los pitones del toro y la propia cabalgadura. Quiebro a toro parado, a toro esperando hasta la desesperación. Con Odiel hubo de llegar mucho también a la cara del cuatreño para batir y provocar todo al mismo tiempo. Era en el impulso brusco que soltaba el toro donde Andrés aprovechó para reunirse y clavar. Otra vez Bambú cumplió con su misión de mantener encendida la llama de la transmisión. Lo logró el rejoneador a cambio de volcarse en el morrillo con las cortas, dado que el de Domínguez ahí era pura piedra. Como mató pronto también con Chamán, cortó las dos orejas y cumplió con su propósito de irse en triunfo al final de la cuesta arriba que siempre fue la tarde.