Andrés Romero ya sabe lo que significa pisar la arena de una plaza grande en un compromiso grande. Cuánto tiene de hermosa expectación y también de máxima exigencia por el nivel casi perfecto que cabe dar. Con ambas sensaciones y con sendos sentimientos se presentó hoy el rejoneador de Huelva en la Feria de Fallas de Valencia. La primera grande del año. Quiso la providencia que Romero estuviera allí en lugar del lesionado Leonardo Hernández. A la primera que tuvo, fue el propio Andrés quien se acordó de su compañero convalenciente. Gesto de torero.
Pesó la responsabilidad del debut en una plaza y en una feria así en el primero, Rencoroso de nombre, número 32. Fue bueno el toro, pero tuvo que definirse antes, ya que salió suelto de salida y sin demasiado celo. Se fue metiendo poco a poco en el envite. Como Andrés, que fue de menos a más en una faena en la que el torero tuvo la virtud de venirse arriba a pesar de las primeras lógicas imprecisiones. Y es que lo que uno se pide pesa a veces más que lo que te miden los demás y eso le roba tino al pulso. Con todo, Andrés puso a Guajiro en el ruedo valenciano y a partir de ahí todo, el lucimiento, la brillantez, la emoción y la espectacularidad, prendió entre el público levantino como una mascletá más en pleno día grande de las Fallas. Tuvo ajuste y tuvo acierto en banderillas Andrés, que adornó el final de las suertes con las piruetas de salida a milímetros de los pitones. Y tuvo pureza también, porque el de Huelva fue siempre de frente. Lástima que el toro de Bohórquez no aguantara un tranco más y no le ayudara con las cortas y en el momento de matar. Pinchó varias veces el rejoneador que tuvo que echar pie a tierra incluso para descabellar y ahí perdió la opción de premio.
Un premio que tuvo más cerca en el sexto, Editor de nombre, número 20, al que se fue a buscar a portagayola con Perseo marsellés en mano. No correspondió igual de generoso el toro, que salió suelto. Andrés apostó fuerte de nuevo con Guajiro y la estrella de su cuadra renovó la vigencia de ese honor. Apuró mucho el torero, se ajustó más en busca de la mayor reunión posible, clavó con bien y salió con espectacularidad y emoción para encender otra vez la falla en el tendido. Como antes, le faltó al toro durar sólo un poco más. Lo suficiente para que los decibelios de la tensión se hubieran prolongado con las cortas y no hubiese tenido que ir a matarlo tan por los adentros. Pinchó al primer intento Andrés, acertó al segundo y le bastó un golpe de descabello. Lo preciso para que la posibilidad de la oreja se difuminara como el humo de las fallas que ya se van apagando...