Apenas corría el tercio de banderillas de su primera faena. Montaba Andrés Romero a Caimán y las condiciones remisas de su oponente le obligaban ya entonces a llegarle mucho al toro para provocar sus acometidas. Era una noche importante y una plaza importante, por lo que el onubense no estaba por la labor de dejar ir la ocasión. A la salida de una banderilla, el caballo perdió las manos y la verticalidad, por lo que el jinete cayó al suelo entre su cabalgadura y el toro de Fermín Bohórquez que, por suerte, sólo pasó por encima de ellos. Se quedó inmóvil en el suelo, sin reacción alguna, desmadejado y el tiempo hasta que sus compañeros llegaron a auxiliarle se hizo eterno. Una sensación de angustia sostenida que multiplicó por demasiado las dimensiones del ruedo portuense. Fue recogido por sus compañeros de cartel, Diego Ventura y Sergio Galán, y por su propia cuadrilla y conducido rápidamente a la enfermería, donde llegó consciente, pero "en estado de shock traumático tras la caída", según el parte médico. Incluso pidió Romero volver a salir para terminar con la lidia del toro, lo que no le permitieron los galenos por los golpes que llevaba y el fuerte dolor que sentía.
La historia de la noche, tan esperada, se terminó ahí y comenzó entonces la de un calvario hasta que los médicos confirmaron que, dentro de la gravedad, las lesiones de Andrés Romero solo necesitarán tiempo y paciencia. En mal momento, en plena temporada, cuando a los toreros el tiempo no les da más que para torear. Pero, visto lo visto como sucedió todo, bendita resolución ésa porque, por momentos, las sensaciones con respecto a su estado según fue la caída y cómo quedo sobre la arena fueron de lo más angustiosas. El torero de Escacena del Campo permaneció hospitalizado y en observación toda la noche, por lo que ahora toca esperar a su evolución durante las próximas horas.