Nuevo triunfo de Andrés Romero y nuevo golpe de convencimiento y de conquista en Portugal, tierra esencial en sus últimas temporadas y más aún en ésta de sequía tan angustiosa en España. Portugal es el refugio y el onubense lo está aprovechando para seguir creciendo en madurez y oficio, al tiempo que agranda su protagonismo en un país que le ha acogido como propio. Romero tiene química con el toreo y la afición de Portugal. Se entienden y se aceptan. Incluso, se gustan. Como se puso de manifiesto en Figueira da Foz, donde Andrés ya cosechó el año pasado su triunfo más redondo en el país vecino.
Se midió el rejoneador de Escacena del Campo a un buen toro de Antonio Valente, que se movió y se prestó a su concepto alegre y espectacular, vivo e intenso. Vistió las suertes conectando mucho con el tendido y las hizo luego con precisión y belleza, construyendo, al final, una faena sólida e impecable en su guión y desarrollo. La ovación de clamor que le arropó en la vuelta al ruedo tuvo ecos de lo vivido en 2019, pero también de confirmación de que Andrés Romero le ha ganado el corazón a Portugal.