Importante golpe en la mesa de Andrés Romero en Figueira da Foz para confirmar el momento de esplendor que vive. Dos vueltas al ruedo como correspondencia a la entrega que supo obtener del público que casi llenó la plaza por mor de una actuación sólida y maciza ante un toro de Falé Filipe, renuente siempre, al que tuvo que irle a buscar cada embestida, lo que hizo a fuerza de llegarle mucho y de aplicarle la magia del temple que obra lo imposible. Lo paró con Hidalgo para dejar dos farpas buscando avivar la condición parada del burel, cuya reacción fue mínima. Por eso le tocó exponer en banderillas y lo hizo en un tercio soberbio por cómo se hiló al astado al estribo con Caimán y conducirlo de costado, por cuánto se lo metió debajo al hacer las suerte con Fuente Rey, un caballo en una forma excepcional y con el que firmó los mejores pasajes de la noche, y por cuánto expandió la emoción en el tendido con la forma de hacer de Jerjes, de los cites tan espectaculares hasta las embroques tan ajustados.
Otra confirmación más de en qué punto de sazón vive Romero y de cómo se ha metido tanto en las entrañas de Portugal como a Portugal en las suyas. La complicidad es evidente y labrada tarde a noche en un puñado de actuaciones que le han convertido en uno de los rejoneadores imprescindibles de la temporada lusa.