Siete de siete. Implacable. Inapelable. Indiscutible. Siete de siete. Tantas puertas grandes como paseíllos en la plaza que todo lo alimenta. Puede que no sea la que más da, pero, para Andrés, sí la que más aporta. Esa inyección de seguridad y de confianza, ese foro de reivindicarse y de golpear encima de la mesa, ese escenario donde el torero alza la voz para pedir la palabra. Para exigir su palabra: su ocasión de seguir diciendo lo que por dentro lleva, su misterio. La pura fuerza del corazón, que es la brújula que siempre lleva al destino pretendido. Siete de siete. Andrés Romero defiende su feudo y lo declara suyo. Por segundo año consecutivo. Y gana vida para cuanto de bonito, de exigente y de importante viene por delante. Siete veces en Huelva, siete veces a hombros.
También en estas Colombinas de 2019, que el onubense culmina con tres orejas al final de una corrida que tuvo tres altas exigencias. Una, que el rival fuera Diego Ventura. Otra, el comportamiento tan diferente de los tres toros de su lote, desde el que fue menos hasta el que fue más. Y por último, Huelva, que impulsa tanto como responsabiliza porque para eso es Huelva, su casa, su plaza. De ahí el valor de la disposición con que Romero encaró toda la tarde. Ya con el parado y soso primero, en cuya trasteo fue clave la capacidad lidiadora de Caimán y de Kabul, dos garantías para extraer agua de pozos que parecieran no tenerla, ya con el buen sexto, un toro de ésos que pone a prueba de qué es capaz un torero. Andrés lo fue de construirle una faena a más, que, en banderillas, compartió con el sobresaliente Ferrer Martín, y que dimensionó con el de siempre, con Guajiro, con el que nunca falla al clavar al quiebro y salir con ajustadas piruetas.
En cambio, las dos orejas las obtuvo del cuarto después de irse a portagayola con el marsellés y a lomos de Montes para recibirlo. Se expresó con magnitud el jinete de Escacena del Campo con Fuente Rey, toreando muy reunido y templado para dejar pasajes realmente brillantes. La espectacularidad llegó con Jerjes en sus levadas interminables para cargar de intensidad los cites y la eficacia con Chamán –feliz reaparición la suya-. Mató contundente, lo que multiplicó la emotividad –tan de Andrés Romero en Huelva- del broche de su faena. Aunque para broche el de otra puerta grande para tomar impulso. Tantas como siete. Siete de siete.