Cruzaba Andrés Romero de vuelta el ruedo de Las Ventas y asomaba en su expresión un poso de decepción indisimulable. No era ése el final esperado. Ni mucho menos el trabajado durante tantos meses de trabajo incansable. Y, desde luego, no el que hacía falta para revertir la situación y entrar de lleno en ese primer circuito tan acotado y reducido. Porque Madrid era la gran carta de la temporada después de que le robaran de la baraja la carta de Sevilla. Madrid era, otra vez, una especie de cara o cruz donde sólo cabía la cara. Pero el camino del toreo está lleno de cruces que te rompen los planes y las expectativas y que te obligan a seguir a diario lanzando al aire la moneda del ser o no ser.

Esta vez no fue. Jugó a la contra el juego bronco del primer toro de su lote, que se movió, sí, pero que no lo hizo con entrega de la cierta, sino buscando cortar los viajes las más de las veces, poniéndose por delante y tapando la ejecución de las suertes. Le recetó Andrés un solo rejón de castigo con Beirao y, conforme fue avanzado el tercio de banderillas, desarrolló el murube de Bohórquez todos sus contratiempos. Los trató de corregir con Caimán, con el que se lució Romero, sobre todo, en una vuelta al anillo de Las Ventas toreando de costado, pero con la tensión siempre que imprimían los cambios de ritmo del burel, que, sobre todo en las cercanías, protestaba con desaire. Eso de que se viniera tan cruzado lo pagó más el rejoneador con Guajiro, con el que hubo de tragar lo más grande en cada rehilete que dejó para ganarle la acción al toro. Cuando estaba consiguiendo meter al público en el tramo final de su faena con Chamán al clavar las cortas, el palco cambió el tercio y el corte, tan brusco, lo enfrío todo. Para colmo, Andrés pinchó en primera instancia con el rejón de muerte y en segunda, se le fue demasiado bajo.

No quedaba otra más que lanzar la moneda al aire ante el sexto. Por decisión no fue, ya que se plantó el jinete de Huelva a portagayola para recibir ahí a su oponente con Hidalgo y tratar de clavar sin más probaturas. Pero se abrió el astado demasiado en su salida y eso deslució por completo el envite. Se soltó más Andrés Romero con este toro que sí le dio más opciones que el primero y al que se pasó muy cerca en varios embroques con Fuente Rey que levantaron el clamor de tensión en el tendido. No se arredró nunca el torero, que volvía a las mismas en cada encuentro, siempre de frente y siempre apurando los embroques por más que el ejemplar de Bohórquez pasaba como un obús ante la cabalgadura. Pero mantuvo el pulso y lo ganó, pese a que el tendido no llegara nunca a romperse de verdad en la misma medida en que el rejoneador se la jugó en cada banderilla. Recurrió otra vez a Caimán para torear más por la cara y luego a Jerjes, con el que levantó algo más el clamor en el frío venteño con sus levadas interminables. Tras las rosas con Chamán, dejó un rejón entero y arriba, pero el taco no se rompió y eso deslució la suerte final. Hubo cierta petición de oreja, pero demasiado débil, con lo que su premio final se quedó en ovación. Demasiado poco para tanto como Andrés Romero vino a buscar a Madrid. Pero por tardes como ésta, el toreo es tan difícil.