Reivindicarse. Según la Real Academia de la Lengua, “reclamar a lo que se cree tener derecho”. Por tanto, el ejercicio de un derecho en sí mismo, la potestad de una libertad: la de no resignarse con aquello que no se considera justo. Revolverse a la contrariedad. Confrontarla y combatirla. Un valor en sí mismo del hombre. Un valor en sí mismo del torero. Reivindicarse. Lo que hoy hizo Andrés Romero en Constantina en la apertura de su temporada 2019. La que lleva meses preparando desde el trabajo abnegado y la ilusión multiplicada, ultimando caballos nuevos y mejorando con los que ya contaba, poniendo la mirada de los objetivos en aquellas plazas donde se ganó estar en 2018, el mejor año de su carrera. Pero no. En el toreo, no siempre (pocas veces, de hecho) los toreros reciben en la misma medida en la que dan. Así es el toreo, dicen. Bueno, así, pero, sobre todo, el toreo es como sucede en la plaza, en ese tablero implacable donde todo es tan transparente como puede verse. Evidente, palpable, incuestionable.

Implacable e incuestionable ha sido su triunfo de hoy. Cuatro orejas y dos rabos para conformar un pleno que, con todo, no es lo más importante de su estreno de temporada. Lo que más valor tiene es justo el camino que le ha llevado a ese premio. El camino de la decisión, de la ambición, de la solidez, de la redondez, de la brillantez, del inconformismo, de la entrega, del saber leer e interpretar cada momento de cada faena, del saber jugar las cartas que le ofrecen su cuadra, sus novedades y sus adaptaciones. Como la de Fuente Rey en banderillas. Cumbre ante el noble que hizo primero. Tiene empaque su sola presencia en el ruedo, lo que se prolonga luego a lo más importante que es el momento de cada suerte. La hace muy despacio, aunque fue en el recorte final de su intervención donde Romero y Fuente Rey se rebozaron de lentitud. El abrazo emocionado del jinete a su caballo lo dijo todo.

Como cumbre también estuvo Caimán ante el noble también pero más apagado que fue segundo de su lote. Arreó incansable el de Prieto de la Cal de salida, apretando y apurando a Andrés montando a Beirao. Pero salió Caimán y le bajó los humos a base de poderle. De irse a buscarlo para marcar las distancias y el ritmo. E imponer ambos. En el toreo de costado, en las pasadas por dentro casi barbeando tablas y en cada reunión que tenía que ser muy reunida para que el jabonero respondiera. Ese mando de Caimán fue caricia a continuación con Kabul. Como en el primero, puso Jerjes –debutante hoy en las huestes romeristas- la emoción y la espectacularidad de sus levadas interminables. Gana fondo de armario Andrés, recursos, prestaciones, capacidad de sorprender al público. Como anduvo hábil y certero con los rejones de muerte con Chamán ante sus dos toros, el colofón del rabo en ambos fue inapelable. No hubo fisura alguna de duda en el público que llenó la plaza de Constantina.

2019 no ha hecho más que comenzar. Contrariado, es innegable, pero determinado también por esa mentalidad ganadora que Andrés Romero lleva meses forjando sabiendo que está –otra vez- ante un año decisivo. Hoy lo reclamó con la contundencia de quien cree tener derecho a mucho más.