Tras la importancia de su actuación el jueves en la corrida con la que confirmó alternativa en la Plaza de Toros de Campo Pequeno, en Lisboa, Andrés Romero ha redondeado su gran fin de semana en Portugal -con presencia en dos cosos de primera categoría en el país vecino- con la salida a hombros de su plaza talismán en tierra lusas, Nazaré, tras dar tres vueltas al ruedo en el cómputo final después de sus dos faenas. Sin duda, el mejor broche posible, si se amplía aún más la perspectiva temporal, a una semana de diez que comenzó con la puerta grande en la Feria de Colombinas de Huelva, de la que ha sido proclamado triunfador. Por tanto, semana de ensueño para el rejoneador de Escacena del Campo en la que está siendo su temporada más importante desde que tomara la alternativa en 2014. Lo dicen los datos y los hechos.

Si una palabra define su actuación de esta noche en Nazaré, ésa es rotundidad. Desde el punto de visto técnico y artístico, pero también de la actitud, de la ambición, del ser consciente de que el momento profesional en el que se encuentra es su aval de presente y de futuro, la llave que le tiene que seguir abriendo más puertas tras atravesar con entereza y autoconfianza el desierto de las puertas cerradas el año pasado en aquella plazas donde se abren todas las puertas. Pero vence quien resiste y Andrés Romero es un superviviente que recoge hoy los frutos de la siembra de paciencia y perseverancia, de trabajo y de entrega a una profesión que es su vida. Rotundidad esta noche como consecuencia de dos faenas de llevar pisado al máximo el acelerador de la verdad. De su verdad. En el primer acto, ante un toro de Paulo Caetano que no vendió barata ninguna de sus embestidas, pero que tuvo clase y se prestó a la entrega del torero. Con él, se gustó Caimán, un caballo claramente a más, que ya es una de las bases de la cuadra del jinete onubense. Y ha sido su noche la de hoy. Anduvo muy torero, que fue cuando pudo serlo, ante este primer oponente, al que toreó de costado con sumo temple y al que se dejó llegar mucho para clavar con toda la pureza posible. El binomio que forman Romero y Caimán transmite cosas especiales en la plaza. Es un feliz encuentro que promete darle muchas alegrías a Andrés, que ha tenido también la valentía de renovar buena parte de su cuadra aun cuando los vientos no le soplaban precisamente de cara. Paró a este primero de su lote con Perseo y remató su obra ante él con Guajiro, tan sincero y valiente como siempre a la hora de apurar los embroques, clavar al quiebro y salir con piruetas muy al hilo de los pitones del cuatreño de Paulo Caetano. Un broche de emotiva intensidad que Nazaré celebró en la clamorosa vuelta al ruedo del rejoneador.

Aunque para clamor, el que vino en el sexto acto. Porque el toro -del mismo hierro- nada tuvo que ver con su hermano en el comportamiento. Éste tuvo mala idea de verdad. Todavía por el lado izquierdo pasaba como quien no quiere la cosa, pero por el derecho se tapaba y cortaba, lo que reclamó de Andrés Romero una lidia de recursos, de raza y, sobre todo, de inteligencia. Y se la dio, primero, con Kabul, con el que no se desesperó el torero para encontrar todas las soluciones posibles a las complicaciones del toro. No cedió ni un ápice Andrés en su convencimiento de que se terminaría imponiendo e insistió oponiendo con Kabul la firmeza y el poder que le permitió luego, ya con Caimán, ejecutar dos banderillas cortas yendo muy de frente, que tuvieron gran peso en el premio final de la doble vuelta al ruedo por cómo lo recibió y valoró el público de Nazaré. Sin duda ya, la plaza fetiche de Andrés Romero en Portugal. Donde ya el año pasado, dio el primer toque de atención serio que le ha abierto este año puertas tan importantes como las de Campo Pequeno. Una dimensión la de entonces remarcada hoy en esa preciosidad de coso donde Romero ha coronado su semana de ensueño.