Era la tarde del estreno de su temporada en Portugal y la de después de Sevilla. Y fue la tarde, al final, en la que Andrés Romero renovó la sensación de que 2018 puede ser un año importante en su carrera. No sólo por lo que ya ha conseguido -aunque la campaña aún comienza- ni por lo que viene por delante, sino, sobre todo, por las sensaciones que el onubense destila. Sensaciones que saben a solidez, a firmeza, a consistencia, a crecimiento, a madurez, a ambición, a brillantez. El torero de Huelva tiene muy presente cuánto puede ganar esta temporada y ha salido a por ello con decisión, convecimiento y confianza plena en sus posibilidades.
Como en Sevilla, Beja ha sido una buena prueba de ello. Le cupo en suerte un toro exigente de Ascensao Vaz, que salió con pies, apretando y midiendo. Pidiendo papeles y, sobre todo, capacidad. Le opuso resistencia Andrés, de salida, con Fuente Rey, lo templó, lo enceló y fue cincelando su embestida imponiendo su lidia y su autoridad. La faena creció sobremanera en banderillas. La transmisión con el tendido, a pesar de la lluvia insistente que caía y del frío que heló toda la tarde, fue instantánea y ya no mermó. Tuvo empaque y valor su actuación con Caimán, un caballo nuevo en su cuadra y llamado ya a ocupar un lugar preponderante y de peso en ella. Ya lo demostró en la Maestranza y hoy lo ratificó. Porque fue siempre de frente, dando los pechos al toro en el envite para abarcar toda la dimensión de la embestida del burel y torearla en pasadas lentas y rítmicas que sabían a lances a cuerpo limpio. Y se quedó en cada encuentro para clavar con verdad y pureza. Como luego con Kabul, con el que apuró los embroques para metérselo bajo el estribo y hacer la suerte vibrante y brillante. Eso, el núcleo, y todo los demás, como la entrada y salida de cada encuentro, lo vistió Romero con inteligencia y complicidad con el tendido, al que hizo su cómplice. Acogió con calor el público la entrega, el sentido del espectáculo y la capacidad para hacer el toreo del rejoneador de Escacena del Campo y por eso también se le entregó.
Las dos vueltas al ruedo fueron incontestables. Como el poso que deja Andrés Romero el día de su presentación en Beja, la primera corrida de su temporada en Portugal. Vuelve a sumar el onubense. Suma en lo numérico y en lo esencial, en la dimensión que deja en forma de eco y de fondo al comienzo de un año llamado a tener mucho eco y mucho fondo.