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Romero y Luque, encuentro de toreros antes de Aracena

Una de las cosas más auténticas y bonitas que depara el toreo es la amistad que entablan los toreros. Nadie mejor que ellos para entender a su semejante, por eso se establece muchas veces entre ellos una conexión especial que, incluso, deriva en admiración. Es lo que sucede con Andrés Romero y Daniel Luque. Se conocieron hace años y mantienen desde entonces una estrecha relación por más que la vorágine de cada uno no les encuentre tanto como quisieran. Pero cuando sucede, como estos días, esa química queda patente. Será bonito verles juntos en un mismo paseíllo, el próximo 22 de agosto, en Aracena.

 

Como adelanto de esa cita, Andrés y Daniel han compartido estos días toreo en La Luquesina, la casa que el sevillano tiene en Gerena, su pueblo. Invitado por Luque, Romero se desplazó con sus caballos para compartir un exigente tentadero que sirvió como inmejorable preparación para lo que está por venir. Exigente la prueba por el volumen y la seriedad innegable de las dos vacas que echó Luque. Dos vacas que, por su condición, midieron el momento profesional de cada uno de ellos. Andrés, en estas vísperas de El Puerto de Santa María, uno de los grandes compromisos de lo que le queda de temporada. Daniel, con las nueva expectativas que le genera el apoderamiento recién estrenado de la mano de alguien tan experimentado como Juan Ruiz Palomares. Lo cierto es que, por lo visto en La Luquesina, los dos andan en ese punto de equilibrio que lleva a esperar de ellos lo mejor de su nivel. Los dos siguen con todo por ganar y con el prestigio intacto por lo que han ganado ya. Teniendo el tiempo como su mejor cómplice, con el oficio y el fondo puesto al fuego necesario de la forja.

 

 

 

Andrés Romero aprovechó la ocasión para seguir trabajando con los potros nuevos de su cuadra. Como Kabul, su proyecto inmediato más ilusionante. No es descabellado que debute pronto, este mismo año. Es, sin duda, el más adelantado de sus caballos nuevos y el jinete tiene puestas grandes esperanzas en él. Le vino bien a Kabul medirse al volumen y las complicaciones de la vaca. Sus avances son innegables.

 

 

 

Daniel Luque corroboró que está en un momento de sólida confianza en sus posibilidades. Que anda soberbio de fondo, de ganas y de ilusión. Y de capacidad. Y de valor. Y cuajó de cabo a rabo a la vaca a la que se midió, alta y larga como un tren, con la que el sevillano se ajustó y lidió como si estuviera en el ruedo de Las Ventas. Lo suyo es cuestión también de tiempo. De menos tiempo cada vez. La bomba de torería que Luque tiene dentro está pronta a estallar…

 

 

 

Fue una delicia de tarde, en la que el toreo fluyó al mismo compás que la complicidad y la admiración entre dos toreros que vuelven a encontrarse el próximo 22 de agosto en un cartel. Será en Aracena. Y por lo visto en este prólogo íntimo en Gerena, la cita promete mucho a quienes participen de ella. 

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